1959, Cuba y el regalo del poder

En Cuba, fracasó por inepta la Junta Militar en la madrugada del día 1 de enero de 1959, y, en una especie de cansancio o de ceguera, los militares que sustituyeron a los de la primera Junta entregaron voluntariamente el poder a los hombres de la Sierra Maestra. Temerosos estos de que se tratase de una trampa, pues tan inconcebible era aquello de ser llamados por militares para poner en sus manos guarniciones que superaban veinte y treinta veces, en hombres y en armas, a los grupos de rebeldes, fueron descendiendo muy lenta y cuidadosamente desde las montañas.
Por fin llegó a la capital, en triunfo, Fidel Castro, aplaudido fervorosamente por millones de personas que esperaban y pedían la convocatoria a elecciones para una fecha muy próxima.
Se descubría que a pesar del tiempo transcurrido en la Sierra y a pesar de los errores militares y políticos del gobierno, Castro no había logrado reunir, con armas en las manos, más de 1,400 personas, sumando los dos frentes de resistencia, los dos maquis. Es cierto que le había apoyado un creciente respaldo moral de gran parte de la población rural y urbana, pero la fuerza armada opuesta a la del gobierno fue siempre muy pequeña y dispersa. Ellos no habían conquistado el poder: Ellos recibieron el regalo del poder.
En el interregno entre la caída de la Junta Militar y la entrada de Castro en La Habana (el 8 de enero) se produjo un hecho misterioso, inexplicable en el momento, pero luego conocido en todos sus detalles e implicaciones. En medio del júbilo nacional, sin una sola voz ni grupo discordante, La Habana se vio sorprendida por una orden de huelga nacional. ¿Huelga contra quién y contra qué? El gobierno de Batista ya no existía. Los primeros militares que le sucedieron ya habían entregado las armas y los cuarteles a los barbudos. La tranquilidad en toda la nación era tan completa que en la capital eran los boys scouts los encargados de dirigir el tránsito y de cuidar el orden. ¿Por qué entonces una huelga general cuando precisamente todos los gobiernos luchan porque no se produzcan huelgas generales?
Era que los marxistas, los viejos bonzos del partido se veían, una vez más, colocados a la zaga, a remolque de los acontecimientos. Desde junio de 1958 ellos habían enviado hombres importantes a la Sierra, aunque en cortísimo número. En las ciudades, los comunistas no habían podido contribuir a la resistencia ni con una huelga de cinco minutos. Incluso corría el rumor de que en el único intento medianamente serio que se había hecho (en abril de 1958) para producir una huelga importante en La Habana, dirigida por elementos fidelistas y apoyada fundamentalmente en el sindicato Bancario, gobernado por la Juventud Obrera Católica dirigida por el padre Enrique Osle, S.J., los comunista, secretamente, habían pactado con el gobierno, o por lo menos habían saboteado por razones políticas el movimiento.
Ahora, viendo ya que Castro se aproximaba a la capital, libres de la vigilancia de la policía, aprovechándose de que cualquier orden o consigna era acogida por el pueblo, ya que no existía aún un gobierno fuerte, dieron por la radio y por su periódico oficial (el Hoy, que reapareció el mismo 1 de enero en la ciudad de Santiago de Cuba) la instrucción de una huelga general de ocho horas. ¿Motivo? Ninguno se exponía. Debió pasar mucho tiempo para que se supiese, por declaración oficial del Partido Comunista de Venezuela, que la revolución había triunfado gracias a una huelga general de la clase obrera movilizada por el Partido Comunista Cubano, según y como lo prescribía Lenin.
O sea, que los marxistas, desbordados por los hechos, procuraron llenar el vacío teórico que representaba para ellos aquella entrega del poder a Fidel Castro hecha por millonarios, condes, militares, grupos católicos y alta burguesía, con una ficción de huelga general para que Lenin no quedase desmentido, y para que Moscú pudiese afirmar una vez más que la clase obrera, dirigida desde el Kremlin, había obtenido una nueva victoria en el mundo.
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Una primera versión de este artículo apareció en 1990. Cortesía El Blog de Montaner