Alan Gross y los cuatreros

Que un hombre que reparte computadoras o medios tecnológicos, o enseña cómo usarlos, sea encarcelado por ello en pleno siglo XXI, debería constituir un escándalo en cualquier lugar del mundo.
Mucho más si ese hombre, el estadounidenses Alan Gross, llevaba a cabo su labor en un país tecnológicamente atrasado, tercermundista, como Cuba.
En un mundo que mereciera ese nombre, Gross merecería una medalla. Un mundo habitado por seres pensantes, humanos, civilizados. En cambio, la fiscalía castrista le ha endilgado años de privación de libertad en juicio que de juicio tuvo lo que un gallinero de nave espacial.
No hay caso, sólo la profunda miseria moral de un régimen instituido por cuatreros y apuntalado por chivatos, envidiosos e idiotas redomados. No lo hay, pero se lo fabrican.
En un mundo que mereciera ese nombre Alan Gross sería condecorado por el castrismo en arreglo a los servicios prestados a la nación, sumida en la más atroz miseria tecnológica (la miseria moral puede volverse también tecnológica). En cambio, aun sabiendo que por doquier imperan la desinformación y la ignorancia que Gross pretendía aliviar modestamente, los hermanos Castro decidieron castigarlo.
¿Es que debemos aceptar que el ignorante es el gobierno mismo? Más bien que sigue estando en manos de cuatreros y criminales.