En tres párrafos: Carlos Saladrigas, el embargo y el pretexto

Partiré de una afirmación de solidaridad: estoy de acuerdo con el empresario Carlos Saladrigas y con los argumentos a favor de apoyar a los pequeños negociantes en Cuba, de ayudar con respaldo económico y material a esos cubanos emprendedores. Donde discrepo es en que esto se esté manejando como una idea original e inédita. No es así.
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Desde hace años este contacto ya existe. Los patrones económicos de los cubanos en la isla reciben su energía vital de los exiliados. Desde Miami salen diariamente vuelos llenos de pasajeros que no solo van a visitar a sus familiares, sino a llevarles literalmente de todo a los nuevos comerciantes en la isla. Esa es en parte la función de las llamadas “mulas”. Por ejemplo: si un cubano es dueño de un paladar, desde Miami se le envía desde los manteles con los que cubre las mesas hasta la sazón con la que condimenta los alimentos… El que tenga una habitación para alquilar en su casa, recibe desde el exilio las sábanas, toallas y hasta los bombillos para iluminar el cuarto.
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Algo está claro: los que han abierto negocios en Cuba y pagan costosísimas licencias y altos impuestos, no tienen proveedores de materia prima allí. La única vía es recurrir al exilio, a sus familiares y amigos fuera de la isla. De manera que ya los cubanos, sin necesidad de organizaciones políticas, ni encuestas ni grupos de interés, están haciendo lo que de repente surge como una novedosa idea. No hay nada nuevo. Lo de Saladrigas no tiene como propósito real la búsqueda de una mejora del cubano, sino el sostén del gobierno cubano. Su objetivo está muy claro, motivar el levantamiento del embargo estadounidense al régimen que ha destruido la nación cubana. Lo otro es el pretexto… pero le ha salido muy burdo.