¿Convención republicana abierta?
Ted Cruz en campaña

Ted Cruz ganó el martes las primarias de Wisconsin. Una victoria sonada que le dificulta a Donald Trump el plan de hacerse con el número mágico de 1237 delegados en la carrera por la nominación republicana.
El candidato paranoico, como siempre, la emprendió contra los medios, contra los superpacs y contra todos en su afán de buscar culpables por su derrota. Es la reacción típica del mal perdedor al que le duelen prendas.
De modo que se vislumbra una convención abierta o disputada en el Partido Republicano (y probablemente también en el Partido Demócrata si Bernie Sanders sigue subiendo y los superdelegados de Hillary Clinton cambian de bando). Las próximas contiendas en los restantes estados dirán la última palabra. Eso es lo que hay según los resultados hasta el momento.
Así que nadie se ponga estupendo. La convención abierta no es un intento antidemocrático de robarle la nominación a ningún precandidato. Además de hallarse en blanco y negro en las reglas de la nominación, se trata de una práctica política de toda la vida. Vale decir, está avalada por la tradición y la costumbre que conforman el derecho consuetudinario (common law) que rige en los Estados Unidos, como supieron Nelson Rockefeller vs. Richard Nixon en 1968 y Ronald Reagan vs. Gerald Ford en 1976, por no hablar del primer presidente republicano, Abraham Lincoln (1861-1865).
Lincoln vino a resultar nominado finalmente en la tercera votación durante la convención del GOP de 1860, tras una larga negociación a fin de lograr la suma de candidatos necesarios.
Y Lincoln era Lincoln, no el advenedizo demagogo y populista que hoy pretende ponerse por encima de la ley y las reglas establecidas.