Del absurdo

Mi oficio es triste.
Yo le doy de comer a los fantasmas.
Húmedas, mudas hebras me acompañan.
Ellos danzan sin miedo.
Hasta los cerdos se entusiasman
con máscaras humanas.
Se aglomeran aquí las sirenas heladas,
y canta el pájaro silbador del infortunio.
Mi oficio es triste.
Me sacan a empellones de mi casa.
Las bestias fundamentales de la espera
me empujan sin motivo a la barbarie;
al humo, a los espejos empolvados.