El falso intercambio cultural o la habanización de Miami

Cuando comenzó el mal llamado “intercambio cultural” entre La Habana y Miami, pensé ingenuamente que los que vendrían serían coherentes con su decisión de viajar a la capital del exilio, es decir, mostrarían respeto y reconocimiento hacia sus compatriotas que lo abandonaron todo –patria, familia, profesión y propiedades– para vivir en libertad. Pero, en realidad, algunos de ellos han demostrado que vienen solo a buscar los dólares del exilio y a llevarse las maletas repletas de “pacotilla” –léase todo lo que escasea en Cuba o es de calidad inferior a lo que se puede comprar aquí– y cuando los entrevistan, parafraseando a Esther Borja, advierten: “No me preguntes sobre ese tema, porque eso nunca te lo diré”, o a última hora piden la liberación de los cinco “espíroes”, o dicen que “la revolución es importante”, como ocurrió hace poco en el programa El Espejo, que conduce el periodista Juan Manuel Cao.
Yo aplaudo la libertad de expresión que existe en los Estados Unidos –no se trata de censurar a nadie–, y como promotor cultural he invitado a varios de ellos a mi tertulia (10 de 60) y/o publicado sus entrevistas (4 de 48) en la revista Caritate, pero deploro que digan esas cosas para ganar puntos con la dictadura cubana y mejorar su status cuando regresan a La Habana.
Por otro lado, están los artistas y escritores de Miami yendo a Cuba a actuar, a exponer sus cuadros o presentar sus libros en La Habana. Sobre todo estos últimos, que no tienen escrúpulos en acudir a la Feria Internacional del Libro que se celebra en la antigua fortaleza militar de La Cabaña (donde tanta gente fue encarcelada por oponerse al régimen que ha destruido a Cuba como ningún otro gobierno anterior, y donde también miles fueron fusilados sin miramientos ni defensa legal, cuando “el pueblo” pedía “paredón” tan irreflexivamente), o en publicar en La Jiribilla, pero su ego es mucho más grande y poderoso que sus principios. Se deberían quedar a vivir allá, pero sin que nadie les mande remesas ni pacotilla.
Me pregunto si Mario Vargas Llosa sería publicado en Cuba –si Mario lo permitiera, cosa que dudo mucho– a pesar de ser un gran crítico del régimen castrista, o si dejarían que Linden Lane Magazine, la revista que tan devotamente edita y publica Belkis Cuza Malé, se regalara a los asistentes a la feria en el supuesto que Belkis tuviera el apoyo del exilio para imprimir tantos ejemplares.
Sé que el arte y la cultura en Miami se ejercen a contracorriente, pero es preferible tener que trabajar en otras cosas para ganarse la vida, y luego poderse dedicar a la verdadera vocación de cada quien, que ser bufones de un tirano que golpea mujeres y sustenta a Maduro en Venezuela, y a la vez mendigos descarados –aunque les pique, eso es lo que son¬– de sus compatriotas del exilio, a los que abruman pidiendo cartas de invitación y espacios para presentarse, amén de jabón, rastrillos de afeitar, ropa y zapatos “de marca”.
Algo muy importante: la abundante promoción que reciben los artistas cubanos que vienen de visita en los medios de comunicación de Miami, en agudo contraste con la pobre cobertura brindada a los que viven y luchan aquí para sacar adelante sus carreras artísticas sin un Ministerio de Cultura detrás (que no hay tal en los Estados Unidos), sin una UNEAC y, para colmo, sin un Centro Cultural Cubano que los apoye. Solo con su talento, su fuerza de voluntad y el apoyo de algunos empresarios e instituciones privadas.
Me ha dicho un amigo, en quien confío, que existe un plan conjunto del Ministerio de Cultura, la UNEAC y el Ministerio del Interior de Cuba llamado “Habanización de Miami”. Se trata de apoyar y facilitar los viajes de los artistas e intelectuales que residen en la isla a esta ciudad, donde, consciente o inconscientemente, se les brindan teatros, clubes, cobertura televisiva y periodística garantizada, como si el vivir allá ejerciera una extraña fascinación sobre los medios masivos de comunicación. Porque en cuanto alguno de ellos decide quedarse en Miami, toda esa atención preferencial desaparece y pasan enseguida a integrar el equipo local, en franca desventaja con el de los visitantes.
No me consta cuál es la fuente original, pero ese eslogan de que “Miami es la tumba del artista cubano (que se queda)” viene como anillo al dedo para identificar el problema que describo, y por supuesto que no hay que romperse mucho la cabeza para identificar a quién beneficia la repetición de dicho eslogan: a aquellos que quieren desacreditar al exilio y/o desanimar a estos artistas para que no se queden, que en definitiva ambos deben responder al mismo amo. Incluso estoy seguro que en Miami existe una especie de “quinta columna” del castrismo que critica al gobierno de Raúl Castro (¿qué le puede importar al tigre una raya más?) pero también critica implacablemente al exilio desde todo punto de vista posible, sea cultural o político, por lo que a mi juicio responde también a la agenda o “ecuación” de La Habana de imponer el oficialismo y desacreditarnos como alternativa posible.
Me encantaría conocer más opiniones sobre este tema.