En memoria de Julián Sánchez de Diego

Todo lo de Cuba lo sentía en carne propia, como suyo, como si se tratara de su propia piel. Era alcalde de un pueblo llamado Casarrubuelos, cuya historia está en archivos desde el siglo XI. Sentía emoción por Cuba, por todo lo cubano, sin distinción. Amaba la música de la isla, sus paisajes, sus palmas, sus rones… Si hubiera sido por él se hubiera traído a toda Cuba para su pueblo. Le gustaba la extroversión de los “los españoles más americanos” o los “americanos más españoles”.
Su sueño era crear una hermandad inseparable, como siempre lo fuera entre cubanos y españoles. A los que le alegaban que eso era imposible, a veces respondía que nada lo era para Dios en un país que se confesaba ateo, pero que era el más creyente de todos los que conocía.
El 26 de enero fallecía en Cuba a le edad de cincuenta años, mientras se encontraba participando en un Congreso en la isla y luego de vacaciones en Cienfuegos. Era un militante histórico de Izquierda Unida. No obstante, su pérdida, por su alta honradez, fue lamentada incluso por opositores. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, trasmitió su pésame al partido que representaba –Izquierda Unida– y a la familia del alcalde de Casarrubuelos, considerando que se trataba de “una gran pérdida”. En la rueda de prensa posterior del Comité de Dirección del PP, que se celebró en Getafe, Aguirre dedicó sus primeras palabras para lamentar la pérdida del alcalde, en su nombre propio y en el de su Partido, pésame que trasmitió personalmente a su viuda.
Fue el regidor de Izquierda Unida con más porcentaje de votos de toda España y llevaba al frente del Ayuntamiento madrileño cuatro legislaturas. Era un comunista convencido y trabajó muchos años como soldador. Sus padres fueron igualmente dos militantes de esa misma ideología durante la época de la clandestinidad del Partido en Esquivias (Toledo), donde había nacido su hijo. Su humanismo se manifestó en todos los ámbitos de su vida y hermanó a su pueblo con municipios de Cuba. Con su optimismo desbordante y su fe tan utópica como martiana, creyó siempre, pese a toda adversidad, “en el mejoramiento y la utilidad de la virtud”.