Futuros recuerdos

Mis futuros recuerdos están relacionados con el guión del surrealismo más implacable que existe en nuestra querida y dulce Venecia, adonde decir que “la tierra es azul como una naranja” es algo benigno, casi ingenuo. Es un surrealismo agobiante el que reina en el Véneto, donde los presos están armados hasta los dientes y manejan sus negocios desde la cárcel, como si nada, mientras los delincuentes que están afuera sirven de negociadores con el gobierno para mejorar sus condiciones de detención, adonde todos los ministros del Duce han sido escogidos por su prontuario, ya que carecen de currículo. Entre ellos se encuentran asesinos y asaltantes a mano armada, bandidos de cuatro caminos y criminales en varios grados. Es surrealista el hecho de que existan venecianos que creen todo lo que dice el Duce, que lo defienden a capa y espada, y eventualmente a botellazo limpio, sin darse cuenta de que siguen igual de pobres mientras el Duce y sus ministros ostentan niveles de vida y riquezas poco acordes con sus proclamados votos de austeridad revolucionaria.
Es surrealista que aquellos que pregonan patria y muerte no quieran a ninguna de ellas, que la muerte esté visitando a los que han acompañado al Duce en sus pírricas hazañas y en la profanación de los restos de un prócer que dicen idolatrar pero de quien no respetan ni el pensamiento ni las virtudes, que todos los poderes estén bajo las ordenes de un gobierno forajido que dicta lo que debe ser la realidad de los venecianos, que usa a los delincuentes para mantener a raya a la sociedad civil mientras los militares hacen caso omiso de sus deberes constitucionales, habiéndose transformado en una guardia pretoriana. También lo es que el gobierno del Duce aplique la política de “no tenemos para comer, compraremos abanicos”, invirtiendo enormes cantidades de dinero en la compra de armamento para enfrentar amenazas imaginarias y gas lacrimógeno para reprimir manifestaciones y huelgas cuya legalidad está garantizada por la Constitución.
Paul Éluard tenía razón cuando decía que “el futuro ya no es lo que solía ser”. Mis futuros recuerdos van cambiando a medida que el Duce se hunde en su laberinto y sus pasos siguen las huellas de otros dictadores por el sendero del fracaso. El Duce también es mortal y frágil, por mucho que grite y vocifere. Ya no invoca la muerte; tal vez él también esté rememorando futuros recuerdos.
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