Golpe de Estado en La Habana

El caso del presidente peruano, que tras su elección había mantenido un bajo perfil de cara al llamado “socialismo del siglo XXI”, puede resultar sintomático a la larga, refrendando aquello de que “quien nace para martillo del cielo le caen los clavos”.
Paradójicamente, antes de partir hacia La Habana para su cuarta operación, ya con el cáncer muy avanzado, Chávez dejó claro que de no prestar juramento en Caracas el 10 de enero se debía convocar a nuevas elecciones, con Nicolás Maduro como candidato gubernamental. Es decir, lo que está haciendo la camarilla con sede en Cuba es desconocer, adicionalmente, la voluntad del expresidente de Venezuela, expresada ante las cámaras y convenientemente reproducida por estos días por decenas de televisoras y analistas que contemplan con la boca abierta esta burla sin igual a la palabra del exteniente de paracaidistas.
En cualquier caso, es bueno constatar que no todo está perdido. Falso que la Latinoamérica institucional haya sucumbido en pleno a la influencia liberticida del castrismo. Mandatarios de países tan importantes a nivel regional como México, Chile, Brasil y Colombia, no han participado en el aquelarre. Algo es algo, como decía mi difunto abuelo. Mientras, el golpe de Estado sigue su curso en La Habana.