Manifestantes venezolanos en Caracas
El pueblo cubano, del cual formo parte activa, se me antoja asume como suya la tonada que reza: “Yo no tumbo caña, que la tumbe el viento y, si no, Lola con su movimiento”. Esto lo digo en referencia a lo que expresara Eduardo Mena en Facebook muy acertadamente, pues como somos un pueblo carente de soberanía y de derechos, esperamos que los problemas de la Isla siempre venga alguien a resolvérnoslos: los yanquis, o cuando algún partido político se echaba al monte (1906 y 1912
among other examples), después un supuesto Mesías redentor vestido de verde olivo, luego los soviéticos, luego los chinos y actualmente los venezolanos, primero con sus subvenciones chavistas hipermillonarias y ahora con sus movilizaciones cívicas, partiendo de la premisa de que si tales movilizaciones terminaran por derrocar a la dictadura de Caracas, el poder castrista se vendría abajo.
Esta quizás sea la clave de bóveda del crónico desánimo civil cubano, de nuestra vergonzosa inmadurez como nación. De nuestra dependencia no solo económica, que también, sino y sobre todo, de nuestra manera de desenvolvernos como pueblo de cara a nosotros mismos y en el escenario internacional.
Es vergonzoso y para muchos coloca al cubano como un pueblo que, puesto a elegir, prefiere abdicar voluntariamente de sus derechos si con ello puede contar con un aliado poderoso que le eche una mano y lo saque del atolladero. La Historia está ahí, los hechos, y estos suelen ser muy testarudos.