Orgía en La Habana, o el amor burlado

Por tal razón dieronse allí cita parejas muchas, las que, relamiéndose bocas entrellas, encontrabanle espacio breve al aliento para farfullar el de últimas al siguiente par que arribaba con fe en ejercer los mismos fueros de partes bajas, dándose así en luenga y calma fila al aguardo de anejo solaz y jolgorio.
Y se estaban en esas y aquellas de caricias, abrazos y muchas otras figuras de amores que preceden topetazos mayores, cuando ocurrióles que personaronse en el lugar unos extraños algarabosos portados en lujosas sillas de manos… ¡Como oyen vuecedes, de esas que midense de pagos con dineros de los mentados fuertes…!
El caso es que eran forasteros de ambas vergüenzas, ultramarinos ellos, y se aposentaban riéndose y gritándose en pagano, como bien bebidos y comidos que se daban por vacancia veraniega luego de esforzadas labores en sus comarcas de origen. Y resultaronse los ellos quienes sentaron posaderas y reales en los codiciados aposentos del albergue que, habiendo merecido calentona espera, dejaron en esas y aquellas a los perplejos amantes del lar.
Barruntando lo peor, uno destos mentados amantes dejados a vera acercóse a los intrusos e increpóles sobre sus derechos burlados y epiplones en suspenso. Y sólo uno de los más lustrados palafreneros, de los que daban cortejo a burladores foráneos, dignóse en soltar respuesta al turulato reclamante. Soquete por oficio, y por más señas también dragomán, sin darle mucha oreja ni concierto al reclamo del humilde poblano, de muy malos talantes urgiólo a evaporarse de cuerpo y ánima de tales predios, pues aquella casa de amores éralo, por reciente y excelentísimo bando real, en primeras para los de paga dura de los de fuera, y a últimas, de no haber otro remedio, para villanos como el que ahora estropeabale el paisaje con su jeta de manobre.
Luego de principio de estupor cruento ante tales decires y altaneras muecas, sucedióse que una hembra con redaños calenturientos de las que cerraban filas entre las frustradas de amores, dándose a arrebatos súbitos de género, y con gritas desas que zúmbanse en las Antípodas, encaramóse toda uñas y mala leche (en buen decir), a cuestas del trujamante insolente. De tornas, el sujeto sujetado, viéndose a ripios uñeros de la endemoniada, clamó socorros de los suyos, los que en nutridos tercios allegaronse al broncal incipiente, pues en ello les iba, más que honra, la propina transformable.
Como resultante de tanto empeño entrambas turbas, en reñido lance los representantes de la Corona molieronse con los del perjuicio a puñadas, dentellazos y jalones de criadillas y vellos púbicos de hirsuta prestancia, mediando por medio alaridos, decúbitos forzosos y revolvimientos de vientres por doquier, a semejanza de coro de fronterizos en cola con escaso yogur, y siendo todo para buena feria y algarabía de forasteros, los que no sintiéndose sino dueños de todos por causa de sus bien nutridas bolsas, con prendas desnudas asomabanse a balcones y fenestranzas, clamando ¡bis! en ladino, y dizque de excite por tamaña violencia, agarrandose órganos de sexo unos a otros, como excitados romanos ante circo sangriento, y hasta de colmos metidos en chupeteos pecaminosos y acometimientos de gónadas, expuestos nalgatorios, abundosos pechugones y prepuciales enhiestos, y todos en plena hilarancia y con largueza arrojando dineros de ultramar para dar aliento a coces y brincos y fintas de tan peleados gladiadores.
En estas dabanse cuando, con anuncio de pífanos y chirimías, personóse el sétimo de esbirros de Su Señoría el Alguacil, llamado con presteza por el Posadero Mayor, y quién arrambló a empellones y gaznatos abundosos con todos los ofendidos, que no ya con ofensores, por razones de dispensas fiduciarias ya antedichas. Al final, los malhadados poblanos fueron a parar con huesos y majadas entretelas a la cárcel del prebostazgo, donde lanzados a mazmorras y aherrojados, quedaron de un lado vapuleados mozos, y mozas de partido al otro, y donde a todos llególes la amanecida molidos, sin pegar ojo de cara ni darle gusto a los otros corporales, como dios manda.
Y desde entonces, y en lo que para más adelante y con certeza refirióse en designio para vecinos, villanos, comunes, de laya tal, y en fin, poblanos todos, sobre el intercambio de humores de tipo que pretendían los humildes jodidos por los que esto se cuenta, para cobijo de Eros sólo quedó la campiña más hirsuta, dirimiéndose las ganas de grupas entre breñas, arbustos y matojos de la comarca, y todo ello con alabo de la Corona por ser hecho encomiable y, dentro de su campaña de embeleco, denominada Brete de Pensamientos, calificado como fuete ecológicamente correcto al dar buen fermento al barbecho y crecido verde en dichas floras, matas y otras yerbas, y todo lo cual nos moraleja lo que sigue…
que cuando de amor es sino
nada cuenta el madrugar.
si la cosa es de pagar
con centenes de ladino
¡por allá vaya a tomar!
Y conseja del Autor a los que arriban a estas costas:
¿Cercana la semejanza?
¿Quién podría asegurarlo?
¿Usías, al vacilarlo?
¡Quede a Dios lo que se tranza
desta casual malandanza!