Rápido y furioso

Si hay un enfant terrible en la literatura exiliada, de la cabeza a los pies, ese es Manuel Ballagas, el fino pero políticamente incorrecto autor de novelas tan poderosas como Descansa cuando te mueras y Pájaro de cuenta. Por eso la implacable narrativa de Malas lenguas (Ediciones Lulú, 2014), su nuevo libro de relatos, no toma por sorpresa a nadie, antes bien refuerza la percepción de que estamos ante un narrador natural, ajeno a esas formalidades de pasarela tan comunes entre los escritores de oficio.
Malas lenguas es un libro en el que se superponen relatos y viñetas al calor del afán hiperrealista del autor, siempre presto a hurgar en los recovecos de nuestra dinámica existencial por medio de una prosa vívida, tenaz en su precisión escrutadora. En este sentido, Ballagas parece un autor norteamericano más que cubano, certero pero envolvente desde la irreverencia y el sentido del humor. En la corriente de un Bukowski más que de un Henry Miller, su narrativa tiene muy poco que ver con experimentos estilísticos o andanadas reflexivas –aun cuando la estructura de este libro no sea lineal ni mucho menos–, porque le interesa, sobre todo, convencer al lector de que se haya ante un conjunto de historias dignas de ser conocidas –más que leídas– y, en consecuencia, ir al grano a través del sobresalto.
De esta manera, se intercalan viñetas y cuentos sostenidos por la telaraña de los diálogos, en la que los personajes quedan atrapados como moscas. Esta es una de las principales virtudes de la literatura de Ballagas: La fertilidad de unos diálogos que, aun cuando se extienden con frecuencia, siempre fluyen armónicos, vitales.
Malas lenguas, en la tradición estructural de un Guillermo Cabrera Infante –Vista del amanecer en el trópico pudiera constituir un referente— seduce al buen lector desde una narrativa ágil y unas anécdotas jugosas, incluso inesperadas. Un torbellino que transita, sin solución de continuidad, del envenenamiento a la sirimba, de Miami a La Habana, de la libertad a la cárcel. Se trata, como ha apuntado el propio autor, de relatos que van de lo realista a lo fantástico y cuya única unidad temática radica, básicamente, en el ir y venir de los personajes de una geografía a otra. Un libro hecho a la medida de nuestro tiempo: Rápido y furioso, expedito como una carretera americana.