Responso por Jim Morrison

Él hizo del caos un código.
Dijo: “el mundo no es distancia para una cabalgata mayor”.
Por lo que prefirió encerrarse en el vasto monasterio
de su alucinación.
Entonces se abrieron esas puertas,
y penetró en la oscuridad de un pasadizo
cuyo final –supuso— era la luz.
Él, fiel monje de la profanación, nos invitó
a escupir todos los límites,
hasta llegar a ese territorio en que desaparecen
el Demonio y Dios.
Mas lo siguió llamando, desde el fondo, una voz,
y siguió cabalgando…
(no le interesó saber que no existían puertas de salida
para abrazarse a la luz).
Y ya era muy avanzado el camino,
sin memoria ni mapas para dar marcha atrás.
Él, como otros jinetes de la rebelión,
tuvo entre sus victimarios a su propia verdad.